"Hola B." Sonrió el vecino, Shaun Telman, colocando productos horneados en el mostrador. Su cachorro, Dash, se acercó a la anciana para pedirle atención.

“Hola, Shaun. ¿Cómo estuvo tu semana? estaba emocionada de escuchar sobre su tiempo en la escuela, ya que tenía pocos otros estímulos en su etapa de la vida.

"Nada mal."

"¡Oh, tienes que darme más que eso!" ella rió.

“Está bien…” se sometió a su petición, “...Fiona le dijo a uno de nuestros compañeros de clase que yo era un hombre de minutos. Ni siquiera sabía lo que eso significaba, pero entonces...

"Espera ahí mismo". Shaun fue interrumpido abruptamente. “¿Qué pasó con el resto de los pasteles?”

"Lo siento, les tiré algunos a esos patitos junto al estanque". él admitió.

“Sabes que vivo de esto. Tendrás que traerme un poco más mañana”.

"¡Servirá!" Shaun estuvo de acuerdo, terminó su historia y caminó a casa con Dash.

Bianca Stubbins se quedó sola, como siempre, cuando su vecina se fue. No era el silencio lo que la molestaba ni la soledad misma. Más que nada, estaba aburrida. Sin familia propia y sin verdaderos amigos aparte de Shaun, sentía que estaba esperando su fin. Aparte de sus historias, lo único que le excitaba eran los pasteles.

Desde pequeña, Bianca tenía afinidad por los productos horneados. No recordaba cuándo comenzó su enamoramiento por la repostería, pero a menudo recordaba un momento de su vida en el que las cosas podrían haber tomado otro camino. Sintió que tal vez si hubiera elegido de otra manera y hubiera asumido un riesgo, al final sería más feliz. Al estar tan cerca del final, ese momento se había convertido en una fijación.

Antes de acostarse a dormir, a menudo se imaginaba eligiendo algo diferente, esperando soñar con el resultado y al despertar encontrarlo como una realidad.

Salió el sol y Bianca estaba en la misma vieja realidad. Luchó por levantarse de la cama y lentamente se acercó a su silla en la sala de estar, asegurándose de abrir la puerta en el camino para que Shaun pudiera entrar más tarde ese día.

Fue justo antes de la llegada de Shaun que el corazón de Bianca comenzó a fallar. Se sentó en su silla, agarrándose el pecho y jadeando. Shaun abrió la puerta y corrió con Dash, dándose cuenta de lo que estaba pasando.

"¡B!" gritó, temeroso de perder a su amigo.

“Shaun, no te preocupes por mí. Quiero que escuches estas palabras... Bianca recogió todo el aire que pudo. "Sé lo suficientemente valiente para tomar la decisión difícil".

Bianca observó cómo el rostro de Shaun se congelaba en reacción a sus palabras, pero más que eso. Dash se congeló, el mundo se congeló y todo se oscureció. Ella pensó que esto era todo. Entonces, la imagen de un crustáceo, un reloj de arena y un reloj volaron por su mente.

De repente, Bianca estaba de pie… y joven.

Por una fracción de segundo reconoció que aquel era el momento que deseaba volver a visitar. Sus recuerdos de su vida pasada ese momento se desvanecieron rápidamente. Todo lo que quedó en su mente fueron sus palabras a Shaun.

Bianca caminó delante de su padre en el paso de peatones y ante ella flotaba un demonio hecho de dulce. Un demonio crema. Creamón.

Tenía extendido un tentáculo azucarado y escuchó una voz en su cabeza.

"Si tomas este poder, nunca volverás a verlo". Señaló a su padre, que estaba distraído por otros padres.

Bianca tomó su decisión con lágrimas en los ojos.

Se quedó un rato observando cómo el pánico se apoderaba del rostro de su padre, mirándolo interrogar a todos los que estaban cerca, mirándolo derrumbarse por su pérdida. "¿Dónde está mi niña?" Sollozó mientras hablaba con la policía y Bianca, tristemente, siguió a Creamon a otro reino.

Siguieron tortuosos años de dominio antes de que ella tuviera el control total de su poder y pudiera regresar a su propio reino.

Al regresar, compró una panadería cerrada para operar.

"Solo cuida al gato". preguntó el antiguo dueño.

Cerró la puerta detrás de ella y concentró su energía en llenar la tienda vacía con pasteles.

Durante el horario comercial, Bianca Stubbins atendía el mostrador y atendía a sus invitados, pero después del horario laboral, BakeSale gradualmente hacía que el mundo fuera un poco más dulce.

Bianca closed up the bakery later than usual, after a low traffic day. She cleaned the counters and the floors thoroughly, then packed up whatever leftovers she had. It was getting more and more difficult to keep the shop as her landlord raised the rent. People were going to the big grocery stores, like HungryWay for their baked goods. Thankfully, her large group of loyal daily customers would never choose to go elsewhere.

As she went to lock the door, she watched the beloved bakery cat, Butters, run into the alleyway through his cat door. Curious, she thought, so she walked around the corner to see what he was doing. He was often off on his own out of sight, but she’d never seen him leave the shop that late.

Butters paced in circles in the alleyway as if looking for a spot to sleep. He jumped onto the dumpster and sniffed the open side. With a disgusted cough, he tumbled off the top and fell onto the floor theatrically.

“Butters!!” Bianca shouted at the briefly knocked out cat, dropping everything to check on him. She knelt over him and felt his little cat chest to make sure he was breathing. He was truly just being dramatic, but she couldn’t tell. “Butters, Butters!!” She shouted a couple more times and at the final call, she was blasted out of the alleyway and into the street.

Though confused, Bianca had enough sense to see a car quickly approaching. She raised a hand and blasted buttercream towards the street to propel herself back at the bakery. With a gentle landing, she peered into the alley again to sort out what happened. Butters was gone.

Bianca ran back into the shop and into the back room, now convinced someone attacked her and stole Butters. She spun around and adorned the full BakeSale getup. From the cakes in the cooler she was inspired to wear a lemon loaf instead of her traditional cake mask, she felt it was more fitting to search for her yellow cat in his own color.

Out the back door of the shop, BakeSale flew through the air, covering the ground behind her in delicious icing. She followed the alley a few blocks and then looked around when she saw a more crowded street. This late at night, not many people were out, so she figured it would be easy to spot someone smuggling a cat.

Across the street, behind a seafood restaurant, she saw a large shadow being cast. She flew down quickly, feeling that this was the culprit.

“AHA!” BakeSale shouted, producing cream-filled croissants, which she launched at the giant’s back. Each small pastry knocked the yellow giant forward a little. It turned and BakeSale saw its face covered in tuna scraps. The pastries embedded in its back exploded and the cream went everywhere, though the giant didn’t react.

BakeSale threw more and more pastries, but the giant covered in fish just opened its mouth wide and enjoyed the snacks. She grew furious and decided to switch up her attack. She summoned dough and worked it in her hands for a moment to produce a dough-boy. It stood on the ground and grew from powerful yeast that BakeSale imbued within it.

The yellow giant wiped the fish scraps into its mouth and stood, upset that no more pastries were flying at it. BakeSale squinted at the giant and recognized the face of the beast. 

“Butters?!” She questioned with maximum confusion.

Butters looked at BakeSale, sniffed, and knew who she was. He shrunk back into cat form and walked between the legs of the giant dough-boy into her arms. Dough-boy fell apart, its mission over before it began.

“Buddy, I never knew.”

“Meow.”

The two returned to the bakery and Bianca spoke to him about all of her heroics. She fed him pastries as the sun came up and prepped to reopen the bakery.

Her first customer wore sunglasses and a mask, a first timer for sure. Bianca couldn’t stop looking at his midsection, which seemed to be an odd shape.

“Excuse me, miss. I’ll take a box of assorted pastries.” he looked up from the display case for the first time to see the baker’s face. “Do I… know you from somewhere?” He asked, almost seeming to get emotional.

Bianca was worried that the man recognized BakeSale and worried for her secret identity. She hid her face with a baking sheet and ran to the back room. “We’re all out of pastries, sir.”

The man shrugged, looking at the abundance of sweets before him. Butters rubbed against the man’s leg and received a loving pet on the back. 

“Uhh, I’ll come back then.” he said as he left the store.

“Please don’t.” Bianca whispered behind the wall, though he was already outside. She couldn’t shake the strange feeling she had. She recognized him too.